jueves, abril 03, 2008

Por no callar (Blue-Ray killed the porn star)

Divago hoy sobre la industria (muy lucrativa, por cierto) de la pornografía.
Sí, eso que llaman pornografía. No creo que os suene.


Según la R.A.E. es un sustantivo femenino que define el carácter obsceno de obras literarias o artísticas, y también, por extensión, dichas obras.
Así es, amigos, lo queramos o no, el porno es cultura.

A falta de orgías de protección oficial, es la forma habitual de mostrarnos o de mirar a los demás, de verles comunicarse a otros niveles horizontales. La pornografía nace de la curiosidad, digo yo, aunque se vuelve un negocio por causa del deseo, o su versión insana y vital: el morbo. Como pasa con todo.
En la Academia de chimpancés no tenemos ese problema porque aquí todo se hace sin pudor, con luz y taquígrafos, a la vista de la manada, si no quieren verlo que se den la vuelta, mira nena, esos que nos aplauden son familia...

El caso es que esa otra familia lejana, la del porno cinematográfico, está preocupada. Su futuro como templo de ceremonias del sexo inalcanzable se tambalea por un concepto de un par de palabras:
Alta definición.

La enigmática belleza de la sexualidad humana (si eso es ideológicamente el porno, porque pa todo hay, que se hace cada basura...) vive mejor con cierta pátina de irrealidad. A la gente le gusta mirar, pero mirar por la cerradura de la puerta, no a un palmo de distancia, donde todas las imperfecciones naturales (y perfectamente aceptables en la vida real), los granitos, las cicatrices, los pelillos, se arriesgan a dar repelús. Y el repelús (salvo excepciones) no vende.

Actores y actrices corren a duplicar su ración de gimnasio o quirófano, ya no servirá un truco de iluminación o el maquillaje corporal. El hardcore peligra por su empeño absurdo en ser puramente visual (quizás su pobreza sensorial sea lo que más le aleja de algún público mayoritario femenino). Tan visual es, que ha caído sin darse cuenta en la trampa de serlo en exceso.

Me recuerda ese capítulo de "Friends" (1-2-3) en el que Joey y Chandler tienen acceso a un canal por cable de porno 24 horas y no se atreven a apagar la tele para no perderlo. Pero apagan la tele y allí sigue, llenando la mente de sucias fantasías, estampitas, cromos.
Cuando la imagen del sexo en pantalla sea tan real ya no querremos verla.
Nos faltarán el olfato, el oído, el gusto, el tacto.

La mejor solución para remediarlo: obviar lo enlatado y cocinarlo uno mismo. Convenced a alguien que (según vuestro gusto) aglutine las tres palabras clave, le invitáis a ver vuestra colección de papiroflexia, le dais un muerdo en dolby surround y lluego le insufláis ánimos.
Invitad, si queréis, a gente conocida a que lo vea y puntúe... pero a una cierta distancia y en silencio.

El porno no muere. Cerrad los ojos y lo veréis.
.

6 comentarios:

karlos dijo...

¿orgias de proteccion oficial? ¿eso donde hay que apuntarse?
El porno al igual que los programas del corazon estan alli por que la gente lo demanda y su guion lo marca la necesidad de la exploracion intra corporea del ser humano.
Solo sale lo que se vende y se vende por que lo demandamos.

HombreRevenido dijo...

Hay que hacer mucho papeleo, Karlos. Yo ya estoy apuntado en la lista de sátiros del Gobierno de Aragón, pero de aquí hasta que salga el sorteo...

Imagínate que la gente no lo demandara: Un montón de porno sin ver.
O al contario, que no se hicera porno: Un montón de demanda y nada de oferta (o a tirar de porno de archivo).
Sería un caos.

Unknown dijo...

Qué tiempos aquellos en los que nos reuníamos algunos compis de instituto en mi casa y veíamos el porno codificado.Somos una generación con imaginación...si es que eso de los puntitos blancos y negros nos puso por delante de la generación del ADSL.

HombreRevenido dijo...

Jajaja, qué bueno Orleans. Ya no me acordaba del porno codificado.
La imaginación al poder, claro que sí.

Pequeña Silvi dijo...

Porno codificado...qué tiempos!!!
La tecnología está matando el romanticismo...

HombreRevenido dijo...

Así es, Gran Silvi, se ha perdido el arte de sugerir y el de la imaginación enfermiza (que era todo un mérito).