jueves, octubre 16, 2008

El consultor y la princesa


Como os prometí ayer, voy a contaros un cuento. Igual es de esos que tienen moraleja. Pero vamos, yo creo que es de los que no tienen nada, este es de los baratos.

De entre todas las criaturas que habitan las fábulas, ninguna es tan asombrosa como el consultor. Echa fuego por la boca (síntoma de quemazón) y es capaz de capturar tu alma en un power-point si lo miras fijamente a los ojos.
El caso es que andaba un consultor desprevenido por el bosque y se topó con un hechicero. Preguntose, "¿será un brujo bueno o malo?".
"Soy el brujo malvado del cuento" le comentó el brujo malvado del cuento (al menos de éste). Allí se acabó el enigma y empezaron los saludos. "Yo soy consultor senior, un saludo cordial, aquí está mi tarjeta". El brujo estaba rabioso (se dice que la manía de los magos a los consultores empezó cuando disminuyeron los clientes) y tras un "ahora verás" lanzó un conjuro y, antes de que al consultor le diera tiempo a decir "me lo apunto y te lo miro para mañana" lo dejó convertido en sapo.

Se marchó el brujo entre carcajadas (era malo malo) y quedose nuestro consultor-sapo sumido en la inquietud. Por suerte había leído manuales de usuario para cuentos estándar, sabía que había remedios en el emule, pero claro, ¿servirían para este problemón en concreto?. Así que pensó y pensó. Un beso. Y siguió pensando: un hada. E hizo cálculos de cuánto costaba una hora de coaching de hada. Descartó esa opción. Necesitaba un beso, eso era gratis, un beso que rompiera el encantamiento. Y, si podía ser, para atar cualquier cabo suelto, debería dárselo una princesa con pedigrí. Nada podía fallar. Ya se sabe que las cosas en la planficación nunca lo hacen.

A la hora de elegir a la princesa descartó a Letizia, por una cuestión de lealtad. Él siempre había sido muy de Eva Sannum, y lo llevaría hasta sus últimas consecuencias. De todos modos, sin darse cuenta, salta que te salta, había llegado hasta el lugar adecuado: El Principado de Mónaco.

Buscó denodadamente a una princesa y dio con ella. Estefanía ya no era la de antes, pero su tostada piel conservaba virutillas de glamour. El sapo se acercó a ella, esperó a que no le escuchara nadie; le saludó con cortesía y un guiño pícaro. La princesa miró a sus pies al consultor batracio e iniciaron una conversación de lo más amigable.
El sapo encantado estaba encantado, la química entre ambos era indisimulable; un beso y fin del hechizo. La princesa dudaba: había tenido de todo, camareros, músicos, futbolistas, domadores de leones, guardaespaldas... un sapo consultor le faltaba en el catálogo, y ella era mucho de probar, no era de las que esperan a que se lo cuente una amiga.

Y sucedió. La luna luneaba en los acantilados de Montecarlo, una dulce melodía de violín, extraviada de las habitaciones del palacio acompasaba sus corazones, y los "jóvenes" se besaron.
De repente surgió una nube de humo (típico humo brumoso de consultoría) y el sapo, por arte de magia, se convirtió en PDF.

La princesa Estefanía decidió quererlo igual, aunque sólo tuviera 128 Ks. Como señal de amor lo adjuntó a un mail que reenvió a diez amigos, que a su vez tendrían que reenviárselo a diez amigos y así sucesivamente, porque dice la leyenda que si se llega a los 10.000 correos, el joven consultor volverá a su formato original.
Mientras tanto vaga sin rumbo por el proceloso mar de internet, como un fugitivo. Mientras su amada le espera asomada a su banda ancha, triste, melancólica, leyendo blogs absurdos, como cualquiera de vosotros.

Y así sigue la cosa. Ninguna perdiz ha salido herida de momento. Y más os valdría trabajar un poco. Si queréis más cuentos, buscad en el telediario.
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9 comentarios:

Anónimo dijo...

quizá le tendría que haber besado alberto...

kaktus dijo...

Fascinada me dejas. Eres grande, profe.

Dina dijo...

Uuuuuuuuuuuuuuuuuy, que tranquila que mequedao... que sinvivir en mí... ya pense que se derramaría la sangre de alguna pobre perdiz indefensa... menos mal que se acabo la moda de que los cuentos siempre acabaran bien... pooooooooooorque este es el final ¿no?

HombreRevenido dijo...

Buen apunte, Cardo. Pero qué fácil es hablar después de que salga mal. No te vi dando ideas el día del brain-storming.

Kaktus, es el fulgor del blog y los colores. O eso o síndrome de Estocolmo.

Dina, aquí no somos vegetarianos ni nada parecido, pero tal como iba el cuento no hacía falta cargarse a ninguna perdiz. Que lo decida un juez.
El punto y final de un cuento es difícil de poner. Tal vez el futuro depare algún giro sorpresa de la trama.

Pitufa dijo...

jijijij que bueno hombrerevenido! que intriga y dolor de barriga...eso de no imaginar como puede acabar... me gusta! no estamos acostumbrados a eso :P
el chimpancé cuentacuentos.... suena bien.. me gusta...

HombreRevenido dijo...

Pitufa, los cuentos cambian tanto y tan rápido... yo qué sé... igual hasta acaba en boda clásica. Que antes era un final feliz y ahora es una catástrofe.

Anónimo dijo...

El pobre consultor pecó de ingenio, queriendo poner en el proyecto a una auténtica princesa. Para otros proyectos en el futuro, se buscará una camarera y la venderá como experta.

pobre pero honrado dijo...

Fabuloso, fantástico, fenomenal. Y además me ha gustado mucho.

(Todo y que no deja de ser el típico cuento del sapo/consultor que buscando un poco de sexo para esquivar su triste destino, se encuentra con el amor y acaba siendo un PDF)

HombreRevenido dijo...

Sucuri, se nota que sabes de esto, jajaja.

Pobre pero honrado, me alegro de que te guste. A partir de aquí el cuento se vuelve de pago. Si quieres te hago un presupuesto.
Y es verdad, jeje, en el fondo los consultores-sapo y las princesas se inventan los cuentos para darse un revolcón de vez en cuando.