lunes, marzo 28, 2011

Simpoético (palabra de Gombrowicz)

Así, cuando el pianista aporrea a Chopin sobre el estrado decís: El encanto de la música de Chopin, en la congenial interpretación del gran pianista, arrastró y encantó a los oyentes. Mas posiblemente, y en realidad, casi ninguno de los oyentes quedó encantado. Es posible que, si ellos no hubieran sabido que Chopin era un gran genio y aquel pianista un gran pianista, habrían recibido la cosa con menos encanto. También es posible que, si cada uno de ellos, pálido por el entusiasmo, aplaude, grita y se contorsiona, esto se deba a que los demás también aplauden y se contorsionan; porque cada uno cree que los demás experimentan un goce enorme, una conmoción supraterrestre, y por eso él también empieza a demostrar señales de goce; y de este modo puede ocurrir que en la sala nadie en absoluto sea encantado directa e inmediatamente y, sin embargo, todos estén mostrando efectos de un excepcional encanto, pues cada uno se adapta a las manifestaciones y exteriorizaciones de su vecino. Y solamente cuando todos, en conjunto, se hayan excitado y obligado entre sí a los aplausos, gritos, rubores y elogios, sólo entonces, digo, esas manifestaciones engendrarán en ellos el sentimiento de goce y admiración; porque debemos adaptar nuestros sentimientos a nuestras manifestaciones. pero también es cierto que escuchando aquella música cumplimos algo como un acto religioso y ritual; y, así como participamos en la santa misa piadosamente postrados y arrodillados, del mismo modo participamos en un concierto de Chopin postrándonos ante el dios de lo bello; y en este caso nuestra admiración constituye sólo un acto de formal homenaje. ¿Quién, sin embargo, podría decir cuánto hay en eso bello, de verdaderamente bello, y cuanto de procesos histórico-sociológicos? Bah, bah; es sabido que la humanidad lo necesita: ella elige este o aquel de sus numerosos creadores (pero ¿quién sabrá poner en claro todos los móviles de su elección?), y he aquí que lo eleva por encima de otros, empieza a aprenderlo de memoria, en él descubre misterios y hechizos, a él adapta su modo de sentir; y si, con la misma obstinación y empeño, nos hubiésemos puesto a sublimar a alguno de los inferiormente geniales creadores, éste también, creo, se nos habría convertido en genio. ¿Acaso no veis, entonces, cuántos diversos y a menudo extraestéticos factores (cuya enumeración se podría prolongar con la monotonía de la eternidad) se reúnen en la grandeza de nuestro maestros y en esa semioscura, turbia y fragmentaria convivencia nuestra con el Arte que ingenuamente definís con esta frase de que "el poeta, inspirado, canta, y el oyente, encantado, oye"? Y he aquí por qué a veces suele ocurrir que todos consideran a dicho poeta como grande, magnífico y maravilloso y, sin embargo, nadie nunca se ha deleitado con él. O por ejemplo, que todos se desvanecen ante un hermoso cuadro pero la copia del mismo cuadro, aunque parecida al original como una gota de agua a otra, ya no provoca en ellos desmayos.

Witold Gombrowicz (1904-1969), fragmento de "Ferdydurke"
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5 comentarios:

Anónimo dijo...

Como en "el traje nuevo del emperador", el arte (a veces) es un engaño...o morirse de frío!

HombreRevenido dijo...

Cierto, Anónimo/a.
Ese "a veces" es la clave.

Por eso nunca sabemos con total certeza si nos encontramos ante un sentimiento auténtico o ante un engaño. En muchos casos es sólo una enorme sugestión colectiva (al menos es algo).

El guardian del Faro dijo...

Con lo simple que es distinguir entre interpretar y aporrear....

;DD

Klóniko dijo...

A estas horas no puedo leer tanto. ¿Alguien que me haga un resumen?

Agustín

PD:leer Agustán, no voy a ser menos que Chopin, que se lee Shopén

HombreRevenido dijo...

Guardián del Faro, a veces no es tan sencillo. Estamos tan pendientes de lo que hacen los demás y lo que deberíamos sentir nosotros que apenas escuchamos la música.

Klóniko, resúmenes:
- De la novela "Ferdydurke": una original y despiadada sátira sobre la inmadurez, nuestra inmadurez"
- Del texto: cómo nos perturba reconocer que a veces algo nos encanta porque se supone que tiene que encantarnos. Y si pasa con el arte, la música o la poesía... ¿por qué no puede suceder con todo lo demás?