jueves, febrero 21, 2019

Cafeteorías


Creo que era Starbucks la que hablaba de sus cafeterías como el tercer espacio. El primero era el hogar. El segundo el lugar de trabajo. Y, para ellos mismos, sus garitos tenían que ser vistos como un espacio intermedio de ocio, relax, disfrute, pero también inspirador, que despierte la mente en vez de adormecerla. El tercer espacio no es mal puesto. Pódium.

Pero a mí las cafeterías (no Starbucks, que en Huesconsin ni lo hay, ni falta que hace) no son el tercer espacio. Son el segundo.
Quizás por mis ocupaciones de autónomo picaflor, trabajo y pienso mucho en cafeterías. Como también trabajo y pienso todavía más en casa. Y ya luego, en tercer lugar a mucha distancia, la oficina.
Si me bloqueo con cualquier asunto, cojo un cuaderno, varios bolis de diferentes colores y me voy a una cafetería. Sirve casi cualquiera, aunque tengo mis preferencias, claro está.

Esta oda a la cafetería como entorno creativo, alfa y omega de la civilización, me obliga también a ponerme serio y a enunciar una queja. La tele.
Entiendo que a veces el camarero mitigue el tedio dándole volumen a la tele. Pero como cliente me produce rechazo. Vas a una cafetería estupenda y te encuentras, sin merecerlo, con una tertulia del canal deportivo-propagandístico Gol. O el Sálvame. O una telenovela fina. ¿Por qué? ¿POR QUEEEÉ?

Servidme el café en el cráneo barnizado de un cobaya, ponedme una mecedora de acero inoxidable en vez de una silla normal, usad una lápida de mármol como mesa, o cualquiera de esas moderneces. Yo no me quejaré. Pero la tele no tiene sentido. Salvo que esté pasando algo importante en ese momento, algo que afecte directamente al pueblo de uno de los camareros, eso lo comprendo, o algo que aglutine a los parroquianos frente al receptor, como en uno de esos chistes de "Cuéntame".
Como mal menor podría aceptar que tengan puesto el telediario. Dentro del horror, hay una larga tradición allí.

Recuerdo un bar de vinos de mi post-adolescencia en el que entraras a la hora que entraras siempre estaba puesto el parte. Y sólo había 5 canales, todavía no existía el 24 horas.
Sospechábamos que grababan en vídeo el telediario y lo reproducían luego en bucle. No sé, tampoco somos apóstoles muy fiables.

¿Se puede tener la televisión de la cafetería enchufada? Sí. Y hace bonito. Un documental de animales, un canal deportivo exótico, uno de vídeos musicales o sketches humorísticos. Todo perfecto, pero sin sonido. Salvo que haya un partido de fútbol importante o un 11-S, por favor, dele al mute de su mando a distancia, jefe.
Pon unas cassettes de canciones buenas, algo yeyé, o jazz fusión, jotas de picadillo, el disco que grabaron los Cantores de Híspalis con Alicia Keys, lo que sea. El runrún de la tele atonta, desconcentra al autónomo autóctono y lastra la conversación.

I have a dream!

4 comentarios:

NáN dijo...

Veía desde casa un telediario. Hablaban de unas elecciones estaodunidenses y pusieron un trocito de una cadena de ese país. Dividían el territorio en dos zonas: la zona evangélica, que votaba a la derecha y se reunía en las iglesias, y la zona Starbucks, que votaba a la menos derecha y se reunía para hablar del tema en esa cadena de cafeterías.

Hacía poco que había visto una peli que como tema central tenía la ausencia de lugares públicos donde reunirse. Los Starbucks eran lugar habitual para citas personales y reuniones de vecinos, etc.

A nosotros nos parece demencial.

sonia dijo...

Correcto simio.También sin sonido a la gente que habla por el móvil a 400 decibelios en cualquier lugar,por ejemplo tranvía.

HombreRevenido dijo...

NáN, sí que es curioso, sí.
Aquí cualquier lugar de reunión, local social, etc. se acaba convirtiendo en un bar.

Sonia, secundo la moción. Mordaza y mute perpetuo a la gente que grita. Sobre todo por las mañanas.

NáN dijo...

Es que tenemos un desarrollo social avanzado.