martes, octubre 24, 2006

Cinema Inferno


No me resigno a dejar de hablar de cine. Se supone que los martes toca ¿no?. Aunque no sepa casi nada de tan noble entretenimiento, me gusta (y uno siempre debería opinar de lo que le gusta o le apasiona: el cine, la literatura, el fútbol, las mujeres... aunque no lo comprenda). Nunca podría ser contertulio de Garci (pese a lo insinuado en algunos comentarios), pero tampoco ellos tienen los muslos ebúrneos que yo tengo. Así que, a cada uno lo suyo.

A lo que iba, el cine no sólo es creación, grabación y visión. Hay un punto intermedio de irremediable encanto, la proyección, al que quiero dedicarme hoy. Y no desde el punto de vista emocionante y cálido de la excelente "Cinema Paradiso", por desgracia.
Lo primero, decir que siempre me ha parecido muy decepcionante el nivel de exhibición cinematográfica de Huesca. Lo salvan algunas iniciativas particulares y el Festival. Imagino que será debido únicamente a la poca afluencia, al poco interés del público, aunque realmente alguien no-acomodado podría suponer que tampoco a ese público se le estimula, se le dan oportunidades de elegir. La cartelera es, muchas semanas, sonrojante, y los niveles de servicio dan ganas de emigrar a las salas del barrio-sur.

De todos modos hago memoria para recuperar algunos momentos grabados a fuego en mi mente. Primero en la niñez, cuando mi madre me llevó a un tumulto extraño, en el cine Odeón, donde la gente se agolpaba para ver una película. Al principio me enfurruñé, salir de la comodidad del hogar, dejar sin acabar de ver el capítulo de "D'artacán y los 3 mosqueperros" para ir a pasar calor, rodeado de gente... pero luego apareció E.T. en la pantalla y me quedé con la boca abierta. ¡Atiza!, otro cine era posible, incluso había películas mejores que las de Parchís y su perro.
En la adolescencia participé de un tumulto similar. Fue en el estreno de "Batman". Salimos corriendo del cole y nos pusimos a la cola. El cine Avenida estaba lleno a reventar. "¿Has bailado con el diablo a la luz de la luna?". Pues no, la verdad. Aunque con Kim Bassinger no me importaría. Pequeños satiros con inmunodeficiencia masturbatoria. Así fuimos.

Nunca he acudido, de todos modos, a uno de esos estrenos freak de "La guerra de las galaxias" o "El señor de los anillos" donde la gente va disfrazada. Sí he visto guerras de palomitas durante la tortuosa "Superman IV" (que le valió una maldición al malogrado Christopher Reeve).

Increíble fue lo que me sucedió un día en el cine Olimpia, viendo "Año Mariano". Al tipo que tenía detrás le sonó el móvil dos veces. Y lo acojonante es que lo cogió las dos. Y le explicaba a su interlocutor lo que estaba viendo. Dios mío, qué imbécil. No consiguió entender ningún chiste, y hubo momentos en los que busqué la cámara oculta, no sabía si reír o llorar.

Pero lo más extraño que me ha pasado en una sala de cine fue en Barcelona, en unos cines que ya no existen, por el Paseo de Gracia, viendo una película francesa que apenas dejó huella en mí, "Ni a favor ni en contra (sino todo lo contrario)" se llamaba . Allí estábamos unas 20 personas, no más. La sala era grande, por lo que sólo compartíamos fila (unos 20 asientos) con dos viejecitos, apenas 10 butacas más allá. Como la película no exigía una atención absoluta yo me despistaba encabronándome con la pareja de viejecitos que, sonotone sin pilas, supongo, comentaban el argumento para sí mismos y los demás. En un momento clave, casi al final, me giré a mirarles porque me sorprendía que se hubieran callado. La viejecita se deslizaba sigilosamente del asiento. Pensé que se caía, pero no, su marido, acompañante o lo que fuera le sujetaba. De esta forma sacó el culo del asiento, levantó su vestido, bajose las bragas y meose allí mismo, con un chorrillo imperceptible, un campanilleo extraño para los presentes que no veían lo que yo veía, ni podían imaginárselo. La escena pasaba ante mis ojos y yo no me lo podía creer. Al final se incorporó y siguió al lío de la película, que allí seguía, con su trama más o menos inverosímil.

Vivir para ver. ¿Alguien tiene más anécdotas al respecto?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

En los tiempos en que nadie tenía una "peña" o un "local", ni un coche "tuneado" para ir al "huerto" oscuro, y los padres viajaban poco... los cines (o el parque en los dos-tres meses de verano) eran el único lugar para que los enamorados cultivaran la faceta imprescindible de su relación que todos imagináis.
Parece que me estoy refiriendo a los años de la posguerra, pero acabo de describir la realidad de hace cuatro días.
Si los asientos de últimas filas del Odeón hubieran podido hablar, cada uno de ellos estaría contratado en la consulta de un sexólogo o de un urólogo, en su defecto.
El Avenida, por razones que quizá puedan achacarse a lo diáfano de su sala, invitaba menos a la intimidad.
El Olimpia paliaba la incomodidad de las butacas con una sensación de recogimiento y con las sombras que proyectaban los palcos cuando -maldito- el chico de la "peli" cabalgaba bajo un sol radiante y la platea quedaba iluminada.
También había un rincón ignoto para la mayoría. La última fila del Olìmpia, dejaba un hueco vacío tras su respaldo y hasta la pared, de casi un metro de ancho.
Algunos mirábamos con ojos saltones hacia allí porque la "leyenda urbana" aseguraba que era el lugar donde alguna pareja llegaba a consumar...
Nunca lo vi pero para mí, da lo mismo. Afirmaré que sucedió y por eso, lo incorporo a este comentario.

Anónimo dijo...

Yo vi "El silencio de los corderos" en los antiguos cines Buñuel, en el barrio-Sur, que más que unos cines parecían una gasolinera abandonada en una carretera de Arizona, (ya que estaban reformándolos). Curiosamente, aquél miércoles, no había nadie. Daba más miedo el hecho de estar en aquella sala dos personas que la propia película.
Te aseguro que es la peli que mejor he visto en mi vida: ni palomitas, ni besos sonoros en la butaca de atrás, ni móviles, ni abuelasmingitorias ni na. Hasta el acomodador era siniestro. Siempre hemos comentado aquella tarde con mi colega, fué de lo más extraña.

HombreRevenido dijo...

Anónimo/a, impresionante testimonio. Qué gran análisis. Me quito el sombrero.

Animons, un acomodador en una sala vacía... pues sí que es siniestro. Encima en una peli de psicópatas, doble intriga. Gracias por la aportación.

Anónimo dijo...

...a mi el cine me parece un sitio altamente solidario...soy una miedosa que no sabe diferenciar realidad de ficción...pasé miedo con "Aquí huele a muerto" de Martes y 13...con lo cual en muchas ocasiones he protagonizado escenas que me obligan a salir del cine antes de que se enciendan las luces....dicese arrebato de intimidad con el vecino desconocido de al lado...momento disculpa no quería pellizcarte en el brazo del susto...momento carcajada del de atras...porque todo el rato esta viendo mis manos cuando me tapo la cabeza para no ver...o momento...chica...pero relajate...que me duele el brazo...vale ya de decir uyuyuy que la matan...
...pos eso...un lio...

HombreRevenido dijo...

Qué bueno, Bio. Esa es una forma social de interpretar la proyección. Me parece bien. Suele pasar en las películas de miedo (incluida "Aquí huele a muerto" a duras penas) que uno necesita ver gente más acojonada que uno mismo para poder autoafirmarse y hacerse el machote. Haces una gran labor.

Anónimo dijo...

En el estreno de cazafantasmas en el avenida entramos con mi hermana tarde por la cola tremenda que había y los primeros minutos estuve sentada en las escaleras laterales hasta que me encontraron un sitio. Me pareción una película genial, aunque me lleno de inquietud eso de dejar la mente en blanco, a saber que cosa hubiera engendrado mi mente de 7 años....

HombreRevenido dijo...

Laurel, viste Cazafantasmas con 7 años, sentada en unas oscuras escaleras laterales, reflexionando sobre la película... no eres muy normal ¿verdad? Quizás el problema sería que lo de la mente en blanco te pasara ahora, jeje.

Qué tiempos aquellos en los que había cola a la entrada del cine.