martes, noviembre 25, 2008

Lujuria (4)


No hay una palabra para lo que siente al despertar, cuando su cuerpo rememora un abrazo por la espalda, cuando la sangre abandona el remanso del sueño y erige su erección simbólica, la respiración entrecortada, el sabor acre de la saliva, las manos vacías, la imaginación llena. No es que conozca el diccionario entero, pero cree que no hay una palabra para eso.

La sonrisa que le sirve el café, las piernas que traen la citación judicial, el ombligo que le da de alta en el gimnasio; desear a la mujer del prójimo, abrasarse. Hay que inventar esa palabra ya.
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5 comentarios:

Pequeña Silvi dijo...

Las tetas de esta tía me dan miedito....

Anónimo dijo...

Lo que no podemos tener es lo que más pone del mundo mundial, eso es así desde que Dios creó a Adán, Eva y el árbol de la ciencia.

Alguien debería hablar de los pezones de Eva cuando tomó entre sus manos el fruto prohibido (veáse que no digo manzana porque la Biblia no habla de manzana sino que es una cosa que salió después).

HombreRevenido dijo...

Pequeña Silvi, definitivamente voy a olvidarme del texto y montaré un fotolog.
La verdad es que es una mujer de formas abundantes. Aunque al protagonisma (y tal vez a mí también) creo que le gustan todas.

Raza becaria, no te falta razón. La metáfora de Adán, Eva y el fruto prohibido, además de tener regustos orientales, nos recuerda esa gran verdad. Todos hubiéramos tropezado como ellos. El desequilibrio del deseo no resuelto es uno de los motores principales del mundo y una de las causas del sufrimiento.
Amén.

Pequeña Silvi dijo...

HombreRe, seguro que eres de los que te compras la interviú por los reportajes de investigación...

HombreRevenido dijo...

Jajaja, Pequeña Silvi, cómo me conoces. También compraba el Playboy por los artículos (in-te-re-san-tí-si-mos) de Norman Mailer.