miércoles, enero 25, 2012

La otra historia de los Juegos de Berlín



Existe la creencia popular de que Hitler se negó a darle la mano a Jesse Owens durante los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936. El propio Owens contó que fue saludado educadamente, sin ningún problema. Más de 100.000 personas le aclamaron en el estadio y al régimen no le preocupó lo más mínimo.
Los Juegos fueron una exitosa operación de maquillaje a gran escala y, además, acabaron con Alemania en lo más alto del medallero, lo que contribuyó a la propaganda interna.

Curiosamente, en Berlín, Owens podía descansar en el mismo hotel que el resto de atletas blancos, cosa que no podía hacer en su país. Sin contar con que, a su vuelta, a pesar de sus 4 oros y de su gesta universal, Roosevelt decidió no invitarle a formar parte de la delegación de atletas a los que recibió en la Casa Blanca. Rendir honores a un negro podría traerle problemas entre sus votantes de los estados sureños.

Pero la historia no va de Jesse Owens, va de otro gran atleta que pasó las de Caín en esas mismas olimpiadas. El coreano Sohn Kee-Chung.
Había nacido en Pyonyang (Corea del Norte), se educó en Seúl (Corea del Sur) y, sin embargo, no podia representar a su país porque Corea era un protectorado de Japón.
Con la camiseta del Imperio (que además era una camiseta imperio) corrió como un loco y ganó el maratón, la prueba reina del olimpismo. Su compañero, Nam Sung-Yong, otro falso nipón nacido en Corea, le acompañó en el tercer escalón del podium. Allí es donde ambos se armaron de valor y desafiaron todos los protocolos con abnegación y sutileza oriental. Bajaron la cabeza y no miraron siquiera la bandera japonesa cuando era izada.
Por si no se había entendido, en la entrevistas, Sohn recalcó que él llevaba ese chándal japonés por casualidad, que en realidad representaba a Corea.


En Japón se subían por las paredes. Un importante diario coreano publicó la foto de la discordia sustituyendo la bandera japonesa del pecho por una bandera coreana. Y se lió parda, claro. Cerraron el periódico nueve meses y arrestaron a ocho de sus reporteros.
Tuvo suerte el bueno de Sohn Kee-Chung de que los japoneses tuvieran otras cosas en las que pensar y no le hicieran la vida imposible. Eso sí, fue condenado al ostracismo. Era un héroe nacional en Corea, pero era mejor llevarlo con sigilo, al menos hasta que la II Guerra Mundial terminara.

Años después tuvo el honor de entrar con la antorcha olímpica en el estadio, en Seúl´88, y seguía teniendo estilo al correr ese maldito charlie. Un tío con agallas, no hay duda.
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7 comentarios:

El niño desgraciaíto dijo...

Una historia curiosa. Hablando de japoneses y juegos de Berlín... hay un libro de Laura Hillenbrand que se llama Invencible y que trata sobre Louis Zamperini que estuvo en las Olimpiadas de Berlín, se alistó en la aviación en la IIGM y estuvo preso en Japón... Impresionante!

El niño desgraciaíto dijo...

Pues que me he emocionao al ver el vídeo, mira tú que cosas...

Peter dijo...

Una historia realmente bonita la del coreano y vergonzosa la de Owens. Aun hoy que diferencia ser un negro Jordan o un negro de los que vende top manta

HombreRevenido dijo...

Niño desgraciaíto, me lo apunto.
Lo del viejito coreano, entusiasmado mientras el estadio le aclama, es digno de esa emoción.

Peter, lo de Jesse Owens es tremendo. Se ha vendido muchas veces el desprecio de los alemanes, siempre desde una perspectiva contemporánea, cuando en su tiempo y en su tierra las humillaciones fueron todavía peores.

Y el racismo sigue estando a la orden del día, mucho más de lo que nos creemos. Sobre todo con los débiles.

dani-elornitorrinco dijo...

Me encantan estas historias! gracias una vez más. Espero que no te canses de oir mis agradecimientos

Alejandro dijo...

Conocía la historia de Jesse Owens y la parte del desprecio en su país. Lo que no conocía era la parte del coreano/japonés.

Tremenda cosa lo del racismo. Peor aún viniendo de gente con la bandera de la libertad siempre enarbolada.

Un saludo.

HombreRevenido dijo...

Dani-elornitorrinco, gracias a ti por leerlas hasta el final. Comprende que estas ideas también las descubrí yo en su momento. Compartimos esa fascinación.

Alejandro, a veces se nos olvida que los avances en respeto y libertad se han producido muy poco a poco. Que los fascismos no inventaron el racismo, por ejemplo, que el racismo estaba desde tiempo inmemorial. Y Estados Unidos es un ejemplo de ello.

Por suerte, aunque sea demasiado poco a poco, vamos mejorando.