jueves, diciembre 13, 2012

Sobre bienvenidas y despedidas con una sonrisa

Hoy me voy a poner tontorrón. Con motivo. Lo aviso al principio.

Ayer se cumplían 6 años, 6 meses y 6 días del nacimiento de este blog. Cosa poco importante, si no fuera porque, para celebrarlo, el Papa decidió sacar de su funda de armiño el iPad de oro y diamantes engastados y empezar a tuitear a la cristiandad perpleja. La curia vaticana nos tiene muy presentes. Y nosotros a ellos. Nos vigilan y les vigilamos. Un día de estos quedaremos a darnos fraternalmente de hostias en el parque.

Este tiempo de blog me ha permitido conocer a personas fascinantes, algunas de ellas absolutamente imprescindibles. Ciertos encuentros estaban predestinados. Otros no dejarán jamás de sorprenderme.

Posiblemente, lo más curioso haya sido toparme con Juan Carlos Gómez, también conocido como el fiel Goma.

Ya lo conté aquí.

Un día cualquiera, Goma decidió que yo merecía estar en la lista selecta de seres que recibían periódicamente sus Gombrowiczidas, textos que él mismo escribía sobre Witold Gombrowicz, el famoso escritor polaco que estuvo exiliado en Argentina y que fue su amigo del alma.
Que él, un señor mayor, bregado en mil tertulias literarias, me eligiera a mí para esa lista, ¡a mí!, que soy un humildísimo blogger sin ningún mérito, me sigue desconcertando. Tal vez fui su buena obra de la semana, pero me sentí muy honrado de recibirlas en mi buzón de correo. Una vez me nombró en sus Gombrowiczidas y sentí un estremecimiento muy especial. Se burlaba inocentemente de mí, como se ríen unos de otros los colegas que se conocen de toda la vida. Un tipo singular.

De repente sus emails empezaron a espaciarse en el tiempo. Hasta que dejaron de llegar.

La noticia que todos esperábamos vino esta semana.
La última entrega de Gombrowiczidas anunciaba su muerte, el 2 de diciembre, en una cama de hospital.
"Seguramente ahora ya lo tenemos en algún café “Rex” jugando inmortales partidas de ajedrez junto a la muchachada, debatiendo nuevamente sobre el dolor y la inmadurez", dice el texto recibido.


"Se burló de todos. Se burló de sí mismo. A no confundirse: la cosa era burlarse y todo le servía para perfeccionar su divina parodia ¿Su ley primera? Que el prójimo no se aburriera en su presencia. Era capaz de incendiar al prójimo antes de permitirle que el bacilo del aburrimiento infectara su organismo.

Sobre todo, se divirtió. El brillante jodón hizo credo de la risa y el sarcasmo. Muchos lo gozaron, muchos lo sufrieron. Nadie pudo escapar de sus gombrowiczidas y sus apodos lapidarios. Quiso como pudo, fue querido a pesar de él.

Y, antes de partir, se hizo un hueco para burlarse de la misma Parca. Hace un par de semanas nos hizo notar que el promedio de vida en la Argentina era de 78 años. El 26 de noviembre cumplió 78 y el 2 de diciembre dijo chau. ¡Amante fiel del cálculo estadístico! Siempre así, siempre cómico. Ah, por cierto, con una linda sonrisa le gustaría ser recordado".


Firman su mujer y sus hijos.

Y yo, un enternecido ganso, le digo adiós también. Y, sobre todo, gracias.
Vosotros, que sois una familia de gansitos de lo más alegre, deberíais leer el Gombrowiczidas de título: "Archicargó en las tinieblas de la noche" y lo entenderéis.

Buen viaje, Goma.

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