viernes, enero 18, 2019

Llamada encontrada

Ya sabéis que soy joven pero no mucho. Pertenezco a la generación que vivía sin teléfono móvil y apareció de repente...

¡¡BAAAANNG!


(El bloguero recibe un disparo de advertencia)
(Mientras recupera la consciencia unos minutos musicales)


Bien, rectifico. Lo del móvil no tiene ningún mérito. Os merecéis que la batallita nos lleve a un territorio inexplorado por el monólogo baratillo.
Cuando yo era pequeño no tenía teléfono fijo en casa. Eso mejor ¿no? *
* posible invent

(Mira con recelo; el balazo puede venir de cualquier parte)
(Traga saliva y continúa)


De esto no se habla porque no interesa. Pero yo debía de tener 4 años cuando trajeron un flamante aparato telefónico a casa. Era formidable.
La realidad era que yo no tenía a nadie a quien llamar. Pero sentía que por fin cabalgábamos la ola tecnológica del futuro.

(El bloguero por fin ha encontrado un hilo del que tirar. Sonríe satisfecho)
(Minutos musicales)


Los jóvenes de hoy miráis la hora en el móvil. Os sentís lords ingleses consultando vuestro distinguido reloj de bolsillo. Como si fuerais los primeros de la historia en hacerlo.
Yo vengo a daros una noticia. Estáis equivocados.
Siempre.

Antaño ya había un número de teléfono de utilidad pública al que llamabas y te daba la hora exacta. Son las 6 y 37 minutos, 23 segundos. Son las 6 y 37 minutos, 27 segundos. Son las 6 y 37 minutos, 31 segundos. Son las...
Como yo no tenía a nadie a quien llamar, reconozco que de vez en cuando llamaba al número de la hora y me convencía de la suerte de haber nacido en la España pujante de finales del siglo XX:

Si querías la hora oficial (creo que es la del Real Instituto y Observatorio de la Armada en San Fernando) para ajustar tu casio con calculadora, llamabas y tenías en directo la información. Precisión absoluta con voz modulada.

Y yo me he preguntado muchas veces ¿qué clase de trabajo era ese de dar la hora constantemente a desconocidos? Por un lado tenía que ser un aburrimiento. Por otro lado, tenía que ser muy gratificante, porque te convertías de inmediato en un ser omnipotente, un dios del tiempo.



Al mundo contemporáneo le faltan estos territorios de absurdo analógico. Y por eso, imagino, nos estamos volviendo todos gilipollas.


6 comentarios:

Alberto Colombo dijo...

Querido Mono , hace rato que no lo leia
Pero fue como siempre , un placer , una alegria que hayas sobrevivido al tsunami que se llevo miles de Blogs.
Yo sigo con el mio y cada tanto vuelco algunos conceptos.
Cuando guste como siempre sera bienvenido.

Grande el Huesca !!

Un abrazo

PD: Sigue abierto el Cubitos ?

Carmina dijo...


Yo fui profesora de las hijas del Director del Observatorio de San Fernando. Una vez me hizo una visita guiada y me enseñó el reloj atómico. La hora del Observatorio es oficial en un montón de países. El reloj atómico es muy poco llamativo. No parece el Big Ben ni nada. Es una cajita negra bastante chica donde aparecen unos numeritos en rojo. Un poco decepcionante. Sin embargo en el Obsrvatorio sí hay algunas cosas asombrosas, sobre todo los incunables de la Biblioteca y algunos instrumentos de astronomía con mucha historia a sus espaldas. Hay que verlo.

Speedygirl dijo...

Jajaja, la falta de absurdos analógicos son, desde luego, la fuente de todo mal presente y futuro ;P

HombreRevenido dijo...

Alberto, ¡cuánto tiempo!
El Cubitos ya hace años que no es lo que era. Y este mono tampoco, claro.
Los blogs han de sobrevivir. Es nuestro deber y salvación.

Carmina, qué bueno. No me importaría visitarlo. Y el reloj atómico no será gran cosa, pero es mítico. En mi infancia lo imaginaba como la máquina perfecta.

Speedygirl, lo digital nos hipnotiza y nos amuerma. Lo digo yo, que hago ruido en un blog y en tuíter. Pero es verdad, no nos libramos.

sonia dijo...

Ay,qué nostalgia,cómo ha cambiado todo.¿Te imaginas la vuelta atrás?¿Viviríamos mejor?
¿Seríamos mejores?

HombreRevenido dijo...

Sonia, ya no nos acostumbraríamos a aquel mundo anterior. Quizás viviríamos más tranquilos. O nos aburriríamos.