jueves, diciembre 26, 2019

En sock


Quizás haya alguien esperando algún análisis navideño, como si la actualidad pudiera sacarnos del ensimismamiento y la melancolía. No, la Navidad, de momento, transcurre por los cauces normales. Es un ibertrén que recorre previsible sus raíles. Como el niño del chiste, que se pegó 35 años sin hablar hasta que se quemó con la sopa.

Yo he venido aquí a hablar de calcetines. O mejor dicho, de la ausencia de ellos.
Lo dije en tuíter hace unos días. Los que tenemos unos tobillos extremadamente atractivos nos sentimos bendecidos por la moda. Ha llegado nuestro momento. Porque enseñar los tobillos ya no es una moda juvenil, ahora uno ve tobillos de gente madura, en una espiral de erotismo que contribuye (ya lo creo que contribuye) al calentamiento global.
Porque un tobillo tiene carne y tiene hueso, es acariciable y a la vez robusto. Soporta vuestros cuerpos como si fuerais estatuas griegas, en tensión suave y marmórea. Qué es un poco de frío polar frente a esa demostración latente de la perfección bípeda del primate superior.

Pero cuidado, no se trata únicamente de un reclamo sexual. Los tobillos al aire tienen un origen filosófico. Esconden un mensaje en el que pocas veces se detiene el tren regional de la razón.
Cuando veo a un chavalillo o chavalilla con los tobillos al aire pienso en unos grilletes invisibles, metáfora de la pugna entre el libre albedrío y la esclavitud autoimpuesta. El viento helador creará las púas de ese cilicio conceptual. Estoicismo, quizás. Estoicismo sexy.

lunes, diciembre 16, 2019

Mueve, primate


En el año 1983, dos investigadores de la Universidad de Duke, Joel Huber y Christopher Puto, llevaron a cabo un experimento en el que ponían a los consumidores ante una situación habitual, escoger entre dos opciones muy diferentes, pero coherentes en sí mismas: por un lado, un producto de calidad baja y barato y, por otro lado, un producto de mayor calidad, pero más caro.

Ante eso, a los clientes les costaba escoger y eran fácilmente manipulables creando una tercera opción a un precio intermedio, que pasaba a ser la deseada de forma inmediata.
Somos monos, tampoco hay que extrañarse demasiado.

En un experimento de Dan Ariely, en el MIT, usaron un anuncio real de suscripción a The Economist que constaba de 3 opciones:

* economist.com 59 $
* Economist impreso 125 $
* Impresa + Web 125 $

Dan Ariely hizo elegir a su alumnos qué opción consideraban más atractiva.

* economist.com 59 $   (16%)
* Economist impreso 125 $   (0%)
* Impresa + Web 125 $   (84%)

Nadie, por suerte, eligió la opción absurda y cara. Estaba claro que ésa era una opción inútil.
Ariely, por lo tanto, la quitó y probó el mismo experimento con otro grupo de alumnos.

El resultado cambió.
* economist.com 59 $   (68%)
* Impresa + Web 125 $   (32%)

Sin la opción inútil, la gente prefería la propuesta barata.
Por lo tanto, la opción inútil no era tan inútil, hacía más atractiva la oferta intermedia.

Al final los primates somos buenos haciendo bastantes cosas, pero malísimos gestionando algunas cuestiones de economía básica. Quizás nuestros antepasados, en la sabana, no necesitaron evolucionar en esa dirección.

Siendo interesante este asunto, dejadme que me enfoque en lo verdaderamente relevante.
¡Hay un investigador que se llama Christopher Puto!

Y además, por lo visto, Mr. Puto ha triunfado en la vida.


Para que luego digan que América no es la tierra de las oportunidades.

domingo, diciembre 01, 2019

Vegetarnívoros

El asunto que vengo a poner sobre la mesa no es un drama social, ni siquiera se toca de manera tangencial en las tertulias televisivas, ni mucho menos protagoniza cumbres de expertos botánicos.
Más o menos como la mayoría de los temas que os traigo. No es novedad. Pero es que no sabía cómo empezar.

Las plantas carnívoras. Os situáis, ¿verdad?
Las plantas carnívoras ya son un tema apasionante lo miremos por donde lo miremos.
Nunca tendrán lugar en Animales Acojonantes por razones biológicas obvias.
1-0.
Pero sí tuvieron un papel relevante en un musical.
1-1.
Vamos a la prórroga.

No me iré por los pétalos. El tema del que vengo a hablar surgió de la eterna duda: ¿Qué pasaría si una planta carnívora se volviera vegana? De repente podría ser caníbal y atacar al resto de plantas de su misma especie. O comerse a otras plantas, lo que le convertiría en "carnívora conceptual", "depredadora vegana". No sé, es raro.

Y llegamos a donde quería yo llegar. ¿Qué ocurre si un homínido vegano come una planta carnívora que se acaba de comer unas moscas?
Técnicamente está comiendo vegetal, aunque el vegetal contenga en su interior animales.

Como me conocéis un poco, sabéis que no es mi intención comer moscas ni hacérselas comer a los pobres veganos, que bastante tienen. Sencillamente, se me ocurre un negocio interesante: dar de comer a las plantas carnívoras bacon o carne picada o atún, e inmediatamente después arrancarlas y venderlas para ensalada.
100% veganismo.
85% sabor no vegano.

Regalo esta idea a la humanidad.
Yo tengo mucha vida interior, no sería justo que además me convirtiera en millonario.