miércoles, mayo 04, 2011

Remurimiento en el renacimiento

Venga, va, os cuento una historia de asesinatos y traiciones. Pero no uno de esos asesinatos típicos, no. Aunque, bueno, las traiciones sí que son estándar.

La Francia del siglo XVI era un sitio complicado. Si eras un campesino estabas jodido. Pero si eras Charles Ferron, un importante mercader que acababa de casarse con una bellísima doncella podría decirse que la vida te sonreía. Salvo que el rey de turno se proponga seducirla y lo consiga (es bueno ser rey).

Las modas cambian. Y más en París
El rey de turno, además, era el más apuesto en muchos siglos: Francisco I. Un rey cruel y guerrero, pero con un puntillo renacentista y mecenas que le hizo el terror de las nenas. Observador como era, se le atribuye la frase: "A menudo la mujer varía", que derivó en la versión que elaboró Verdi sobre su vida y que seguro que os suena: "La donna é mobile, qual piuma al vento, muta d'accento, e di pensiero".
Qué os voy a contar ¿verdad?.

¿Cómo te consuelas si el rey todopoderoso de las francias se beneficia a tu señora?. Difícil. Charles Ferron le dio muchas vueltas. ¿Matar a su propia esposa? Buah, menuda forma gilipollas de vengarse. Mientras el verdugo le estuviera cortando en pedazos el rey andaría entretenido cortejando a la siguiente. ¿Y qué tal el suicidio?. "A ver, Charles" - se decía - "tú nunca has sido muy listo pero seguro que puedes pensar algo mejor". Contratando a un ejército de sicarios podría tal vez acercarse lo suficiente para asesinar al bufón de Francisco I, pero el rey era inalcanzable. ¿O no?.

Con una cara de "te vas a enterar" que es como si la viera ahora mismo, Charles Ferron se lanzó a escondidas a los bajos fondos. Parecía que buscaba en las prostitutas menos afortunadas consuelo a las ausencias de su mujer. En parte sí y en parte no. Tras muchos escarceos consiguió recopilar una panoplia de enfermedades de transmisión sexual. Le costó pillar la sífilis, pero se lo tomó en serio, le echó horas y al final lo logró. Qué contento volvía a casa con su regalo envenenado ("¿se la envuelvo?", "no hace falta").
En el clima de franca hipocresía de su matrimonio hablaron de queso, de vino, yacieron abrazados e intercambiaron cromos médicos. La sífilis, en dos transbordos, llegó de sopetón al rey que no se lo explicaba.

Así murieron Charles Ferron (todos hemos de morir) y Madeleine Ferron. El rey sobrevivió algunos años más porque los médicos de la corte fueron una ligera ventaja, pero fue al hoyo sin remedio. Ninguna culpa tenía su esposa Claudia, que la palmó también.

Si si, lo que tú digas
Ni que decir tiene que esto es lo que cuenta la leyenda. Que a lo mejor fue el propio rey el que les pegó la sífilis a los demás.
Pero qué le vamos a hacer, la vida entonces era complicada. Y más estando el demonio detrás de estos enredos, porque si no cómo se explica que atacara sin merecelo incluso a pontífices misericordiosos como Bonifacio VIII o Julio II. ¡Inexplicable! ¡Cosa de Satán!

Aún diré más, Francisco José I de Habsburgo ya tenía sífilis cuando conoció a Sissi emperatriz. Luego ya fue una cosa de toda la familia. Y más cuando Rodolfo, el primogénito de ambos, notando que algo le faltaba, salió a su feliz encuentro por los burdeles de Viena.

En definitiva, que todos tenemos un chismoso dentro y, como detesto profundamente los programas del corazón, tengo que darle salida de vez en cuando con cierta apariencia cultural. Lo asumo.

Prometedme que tomaréis precauciones ¿vale?.
.

4 comentarios:

El niño desgraciaíto dijo...

En un libro de Javier Reverte, 'el río de la desolación' creo que se llama, dice que la sífilis la trajeron los españoles a Europa desde el Nuevo Mundo y que resulta que era una enfermedad endémica en las llamas. El cómo llegó de las llamas a las personas lo dejo para gente con más imaginación que yo.

HombreRevenido dijo...

Cuando llevas muchas semanas en el océano y una llama te llama...

Pues menudo estropicio causamos entonces los españoles, Niño desgraciaíto.
Espero que no sea por ese feeling con las llamas por lo que nos llamaron "conquistadores".

Nana dijo...

Profe, profe, yo me sé un chascarrillo que leí nosedónde:

Dizque era un hombre que, un buen día, llegó a un prostíbulo y le dijo a la superiora que quería revolcarse pecaminosamente con una chica que tuviera la sífilis.

La superiora, bastante indignada, airada, y ofuscada, le dijo al hombre que su casa era un lugar decente en el que las señoritas de moral
tan relajada no tenían cabida, y que se podía pirar con viento fresco.

Pero, entonces, una de las chicas, que había escuchado toda la conversación, acercóse a la superiora y le dijo, por lo bajini, que no fuera tonta pues, si lo dejaba irse perdería dinero, y que ella misma despacharía al cliente asegurándole que ella tenía la sífilis.

Así se hizo, y la pupila mentirosa fuese con el engañado cliente a yacer, presumiblemente, en la postura del misionero. Una vez concluido el acto, la prestiputa, retozona y cascabelera, le dijo entre risitas al cliente:
señor, le he engañado, en realidad yo no tengo la sífilis.

Miróla el cliente, socarrón, y le dijo:
Ahora sí.

Moraleja: ???

HombreRevenido dijo...

Madre mía, Nana, vaya chascarrillo más inquietante.
Se me ocurren muchas moralejas para el cuento y no se con cual quedarme. Pero parece ser que todo se debió a una confusión de comunicación entre las partes, como tantas veces ocurre.

Qué vida esta.