domingo, febrero 01, 2009

Los findes: CINECLUB - 92 - Bienvenido Mister Marshall


Bienvenido Mister Marshall - 1952 -
Director: Luis García Berlanga

Reparto:
· José Isbert (Don Pablo)
· Manolo Morán (Manolo)
· Lolita Sevilla (Carmen Vargas)
· Elvira Quintillá

Guión: Miguel Mihura y Juan Antonio Bardem
Música: Jesús García Leoz y José Antonio Ochaíta

La voz en off de Fernando Rey nos introduce en este mundo de juguete (Villar del Río) donde todo parece responder al arquetipo del pueblecito español de posguerra, con su alcalde, su cura, su maestra... un pueblo pobre en el que el mapa de Europa, obsoleto y tranquilo, alberga todavía al Imperio Austrohúngaro. Una ofuscación muy cercana a la codicia consigue hacer que estos castellanos austeros organicen la mayor fiesta, el mayor despilfarro imaginable.

La visita de la delegación americana, comisionada para la reconstrucción de Europa, origina la paja mental más tierna y descabellada de la historia del cine patrio, una sátira sobre los estereotipos, el aislacionismo y las quimeras ingenuas. Convencidos por un representante artístico de paso, deciden optar por el exceso como huida hacia delante, se dejan llevar y, en vista de que los extranjeros nos reconocen por el tópico de los toros y el flamenco, deciden convertirse en un pueblo andaluz, al modo de los antiguos belenes vivientes, idean un carnaval inverosímil en el que todo debe quedar al gusto del visitante, ¡ozú!.
Preparan su coro:
Americanos vienen a España, gordos y sanos.
Viva el tronío de este gran pueblo con poderío
Olé Virginia y Wichitá, y viva Texas que no está mal.
Os recibimos, americanos con alegría
Olé mi padre, olé mi suegra

Y olé mi tía.

Sólo por esta estrofa merece la pena toda la morralla de la filmoteca nacional.

Qué importa que al final pasen de largo (¡ya vienen!, fiiuuuuummmmm...), que no se detengan ante ese recibimiento colosal. La desilusión es el desastre de cada día (y la regeneración de la ilusión nuestro cotidiano Plan Marshall). Hay que pagar entre todos, sin echar la culpa a nadie. A fin de cuentas, sólo las propias fuerzas permanecen.

Memorable el discurso desde el balcón del ayuntamiento, y memorable también la sutil inteligencia de Berlanga y su equipo para burlar la censura del régimen. La voz en off nos despide (¡era un cuento!) y se nos queda la sonrisa prendida y un poso de amargura (como la vida misma).
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