lunes, diciembre 08, 2008

Envidia (1)


En su arenga no habló de flancos, vanguardias, ni retaguardias. Hablaba con calma (sin aspavientos que proyectasen su miedo) de las mujeres de París, de cómo se entregaban a los soldados rivales, en cuerpo y alma. Describía con todo detalle los cabarets, el vino que calienta las entrañas, los muslos de ensueño, las pestañas y el carmín rojo-sangre.
Les contaba que cuando el ejército contrario regresara victorioso les harían un desfile, y sus padres llorarían de orgullo ante los vítores.

La batalla duró pocos minutos.
El Duque de Facebook acababa de usar el arma más terrible que se conocía.
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