lunes, octubre 11, 2010

Destinos duros


Aunque estéis todos de puente yo sigo a lo mío. Para una vez que tengo pensamientos profundos lo voy a aprovechar.

Llevo unos días bastante preocupado por un tema, la vida sexual de Obelix.
Conoceréis al personaje, supongo, si no ya estáis corriendo a una biblioteca a daros un atracón de las aventuras de Asterix y Obelix, genialidad del tándem Uderzo/Goscinny.
Obelix cayó en la marmita de poción mágica cuando era pequeño y los efectos son permanentes en él. Dejemos a un lado la palabra "marmita", que yo sólo he leído en esta serie de cómics, cuyo significado adiviné por el contexto. Centrémonos en la vida de nuestros dos protas. Solteros, viajeros, dicharacheros... Asterix es astuto y cabal, Obelix es caótico y bonachón. Ni que decir tiene que los chimpancés somos más como Obelix: orgullosos, enfaducos, bobalicones y enamoradizos. Porque Obelix, baluarte innegable de su comunidad por su fuerza hercúlea, siente gran timidez ante el sexo opuesto; sin embargo, en muchas de las historias, es capaz de gestos de acercamiento valerosos, delicados ramos de flores y demás galanterías. Recordemos que no hay poción mágica contra la inseguridad o el miedo al rechazo. Nunca terminaron del todo bien estas escaramuzas. Y es una pena. Obelix, un bigardo lleno de energía, tenía una carencia innegable, pocas oportunidades de ligoteo y, seguramente, una masturbación monolítica.

El caso es que yo me pregunto: ¿es bueno que Obelix no consiguiera mojar?. La épica nos dice que quien ha de embarcarse en constantes trapisondas y vicisitudes no ha de tener lazos familiares que impidan dar rienda a su valentía. Pero no hablamos de casarse y fundar un hogar. Hablamos de lo que va antes, de follar. ¿Resultaría conveniente que Obelix diera con una jovencita interesada en su fama de hombre vigoroso, atraída por su carisma?.

No era Obelix un ejemplo de autocontrol y sutileza. Me temo que en el desempeño erótico podría sobreesforzarse y... bueno, que la damisela podría salir más perjudicada que una cohorte romana en formación de tortuga. ¿Podría Obelix estar traumatizado por alguna mala experiencia de este tipo? ¿no eran demasiado ingenuos su enamoramientos repentinos, tal vez más platónicos que realistas?.
De alguna forma él tenía interiorizado el problema. Por un lado, los efectos permanentes de la poción mágica le daban fuerza sobrehumana. Esa invulnerabilidad era un poder; esa potencia era un don. Pero en el terreno sexual no podía ser aprovechado ya que ninguna mujer podría aguantar su empuje.

Como una especie de viagra inversa, mi solución sería administrarle poción mágica a las señoritas que se acuesten con Obelix. De este modo el efecto se contrarresta temporalmente. De nuevo estamos en manos del farmacéutico, el druida, en cuya conciencia recaerá la complejidad moral del asunto.
¿Es más importante utilizar la poción mágica para no descuidar la defensa de la aldea? ¿o debe destinar una parte a salvaguardad la seguridad de alguna voluntaria que osara enfrentarse con el ardoroso galo?.

No diré yo que el Imperio Romano fuera un enemigo con el que pudieran descuidarse ni un instante, pero creo que el sexo seguro es, en este caso, prioritario.
Ese menhir a la espalda que traslada nuestro amigo de un lado a otro simboliza su erección inconsolable, trágico destino del héroe.
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2 comentarios:

Dina dijo...

Creo que este Obelix moja más de lo que cuenta... habría que hablar con su grupo de amistades

HombreRevenido dijo...

¿Tú crees, Dina?

Yo creo que en su aldea era más difícil. Y entonces no había formas de relacionarse masivamente como las que hay ahora.